8 de octubre de 2010

Responsables

Lecciones sobre la catástrofe húngara

De Marco Schwartz

La marea de lodo tóxico provocada el martes pasado en Hungría por una empresa minera ya ha llegado al Danubio, una de las principales arterias fluviales de Europa, en cuyas riberas viven 80 millones de personas. El vertido ha comenzado a afectar a la fauna del río y, aunque su nivel de toxicidad se ha reducido en las últimas horas, la alarma no sólo se mantiene, sino que se ha extendido a otros países. La mayor catástrofe ecológica en la historia de Hungría pone de manifiesto, en toda su crudeza, la necesidad urgente de un compromiso más firme con la salvaguarda del medio ambiente. Algunos expertos en la materia han denunciado que los métodos para almacenar los residuos minerales son los mismos que se utilizaban hace medio siglo, una situación muy preocupante a la que no serían ajenas la obsesión de numerosas empresas por obtener el máximo beneficio al menor coste posible y la indolencia de las administraciones encargadas de velar por la seguridad y el bienestar de los ciudadanos.

En España existen 988 balsas con residuos minerales, de las cuales nada menos que 542 se encuentran abandonadas, sin que esté del todo claro qué tipo de control estén ejerciendo sobre su estado las administraciones central y autonómicas. En la memoria colectiva aún pervive la tragedia de Aznalcóllar, en 1998, que a punto estuvo de devastar el parque de Doñana. Por fortuna, aquella catástrofe se superó, aunque la empresa responsable, la sueca Boliden, no ha pagado ni un céntimo por los daños. Ahora, la marea del Danubio viene a recordar el largo camino que queda para erradicar estas amenazas.

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