1 de agosto de 2007

Las Voces Que Hicieron Eco...

“La minería no deja nada al país –denunció con tono encendido Pino Solanas-. En teoría debería dejar el 3 por ciento en regalías. Pero con mucha suerte, apenas aportan el uno por ciento, porque pueden deducir de ellas todos los gastos de exploración. Además, todos estos valores se toman sobre las declaraciones que realizan las propias empresas, porque no existe ningún control público de las riquezas que se llevan del país. Aparte, no pagan ni el impuesto al combustible, ni el impuesto al cheque. El gobierno subsidia la actividad, un 2,5 por ciento en el noroeste y del 2 al 7 por ciento en la Patagonia. Con estos subsidios se pagan todos los salarios de los empleados de las mineras. Pobre San Juan, la exportación de tres de sus mineras equivale a cuatro veces su presupuesto. Y el Bajo La Alumbrera extrae 80 millones de litros de agua por día, es el agua que no tienen los agricultores.”



Lo que está creciendo
Desde Esquel se sumó Churi Boto, miembro de los autoconvocados por el No a la Mina, que quiso aportar esperanza a la convocatoria. “Tengo una inmensa alegría por ver como se nacionalizó este conflicto –señaló-. Hace cinco años éramos poquitos, a veces nos decíamos que teníamos todo en contra: el gobierno nacional, el provincial, el municipal, la Iglesia. Pero decidimos no mirar al que teníamos enfrente, sino mirar al que teníamos al lado nuestro. Hoy ya somos 14 provincias movilizadas contra la minería y cinco ya consiguieron leyes que la limitan. Esta es una pelea de David contra Goliat. Esquel pudo, si estamos juntos podremos todos”. Enseguida subió al escenario Sergio Martínez de Andalgalá, Catamarca, y desplegó un mapa. Señaló Bajo La Alumbrera y el inminente emprendimiento de Agua Rica, separados por tan solo 17 kilómetros. “Ahora están realizando cateos en mi pueblo, nos están diciendo que nos vamos a tener que ir. Ya no sólo nos contaminan el medio ambiente, sino también la vida de nuestros poblados”.


El próximo orador habló pausado, casi sin modular, pero con mucha energía. Damián Flores llegó de la comunidad indígena Santa María, la única de todo el territorio argentino que tiene títulos de propiedad obtenidos en la época de la conquista. “No veo a los legisladores de Catamarca aquí y si no están, son parte de esto que destruyó y saquea a nuestros pueblos. La nación diaguita está siendo saqueada. Antes venían los tucumanos y los salteños a curarse a nuestras tierras, hoy los enfermos somos nosotros. Lo dicen los médicos, el 80 por ciento de nuestros chicos tienen problemas respiratorios”, denunció. Desde Santiago del Estero llegó la diputada provincial Susana Elías quien habló junto a un representante ambientalista. “Como cortamos rutas dicen que somos extremistas –señaló-, pero si no cortamos los periodistas no nos abren las puertas. Nuestras termas de Río Hondo vendían buen clima y salud. Hoy están amenazadas por las minas a cielo abierto de Catamarca. Las termas van a desaparecer, el río no sólo ya no tiene peces sino que enferma.”


Viudas y prostíbulos

Una presencia llamativa era la del tucumano Juan Prado: la provincia más pequeña de la Argentina no tiene actividad minera. Sin embargo, el hombre estaba allí. “No es necesario tener minas para ser parte de este proceso. A nosotros nos llega la contaminación por el mineralducto, el electroducto y las plantas de secado. Hace doce años, las empresas entraron a la casa de los tucumanos de la mano de la Justicia para sacarnos y hacer los electroductos que necesitaban. Y no sólo eso, la Universidad de Tucumán participó del proyecto de La Alumbrera”, se indignó Héctor Pituil era una de las presencias más pintorescas. Estaba cubierto de pies a cabeza por una bandera argentina:

“El Famatina no se toca”, estaba escrito sobre ella. “Pobreza, viudas y prostíbulos. Eso genera la minería”, sintetizó. Una de las que asía con más fuerza la bandera argentina gigantesca era Marina Martínez. Había llegado de Ongamira, un poblado que se encuentra a 110 kilómetros de Córdoba Capital y a 25 de Capilla del Monte. No hay Internet ni teléfono y viven apenas 40 personas que trabajan la tierra. Era una zona sagrada de los comechingones y dicen que es una gran reserva arqueológica y paleontológica. Nueve mil hectáreas ya fueron concedidas para la extracción de oro, plata, cobre, cinc y abesto. “No solo contaminarán varios ríos, sino también la Laguna de Mar Chiquito y Salinas Grande”, subrayaba Martínez que, junto a todos los manifestantes, comenzó otra vez a gritar. Ya no les exigían a los diputados que se despierten.

La consigna había cambiado. Otra vez, por la avenida Rivadavia tronó la consigna “que se vayan todos”. La sensación del observador era extraña en Congreso, en plena calle. ¿Dónde estaba ejerciéndose mejor la democracia en ese momento? ¿En la asamblea de esas comunidades, con sus temores, sus intercambios y sus esperanzas, o en los impenetrables despachos legislativos?


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